En primer lugar debes de conocer que la lactosa no es otra cosa que el azúcar presente en la leche. La lactasa es la enzima presente en el intestino delgado que se encarga de digerir esta sustancia, que además de encontrarse presente en la leche también está en otros muchos alimentos. La lactasa está presente de forma normal en los recién nacidos para que éstos puedan digerir bien la leche de la madre, pero, conforme van pasando los años su presencia en el cuerpo humano empieza a reducirse y es por ello que no es adecuado incluir lactosa en una dieta sana.
La intolerancia a la lactosa
Existen diferentes tipos de intolerancias a la lactosa. Aunque es bastante extraño, algunos bebés nacen con una gran deficiencia de lactasa, lo que hace que la leche materna les siente realmente mal, produciéndoles diarreas y problemas intestinales. En este caso se les debe alimentar directamente con otro tipo de leches especialmente dedicadas a este fin.
En segundo lugar, el déficit adquirido ser irá produciendo poco a poco, desde el nacimiento, en adelante. Se trata de una intolerancia muy habitual que se iniciará aproximadamente con cinco años y terminará cuando la persona sea adulta. Casi todo el mundo desarrolla este tipo de intolerancia y es que, aunque mucha gente no lo sabe, son pocas las poblaciones que cuentan con la enzima lactasa durante toda su vida. Normalmente se trata de poblaciones del Norte de Europa y de la zona de los Balcanes, personas que descienden de los nómadas que ingerían leche de sus animales porque era el principal sustento con el que contaban.
En tercer lugar, también existe un tipo de intolerancia a la lactosa que se produce cuando se inflama la mucosa intestinal. Esto puede suceder por diferentes tipos de Colitis, debido a la enfermedad de Crohn o tras alguna operación fuerte de estómago.
Una correcta dieta sin lactosa
Si existe alguno de estos problemas, sin duda resulta básico el empezar a alimentarse sin lactosa y para ello se pueden seguir los consejos que presentamos a continuación.
El primer paso será iniciar una dieta de eliminación para comprobar que este alimento no es bueno para la salud. Para lograrlo, y terminar con los gases, las diarreas y los calambres en el abdomen será interesante eliminar por completo todos los productos con lactosa durante al menos quince días. Si los dolores desaparecen es muy probable que se sea intolerante, de lo contrario habrá que acudir al médico.
Después de realizar esta dieta se podrá pasar a comprobar la reacción del cuerpo al consumir estos alimentos. La mejor prueba será tomar un vaso de leche entera, y si se vuelven a tener estos dolores, sin duda la intolerancia estará patente y se deberán cambiar los hábitos alimenticios para adaptarlos a su nueva realidad de la que ahora ya será consciente.
En lo relativo a la leche existen muchas alternativas. Existen muchísimas personas intolerantes a la lactosa que no saben que lo son y la consumen sin saber que están dañando su cuerpo con este alimento. Aunque no se pueda consumir leche tradicional, sin duda existen un gran número de alternativas ricas y saludables.
Principalmente podemos consumir leche sin lactosa, que todas las marcas y todos los supermercados tienen. En casa principalmente nos encanta el sabor de la leche sin lactosa Puleva. Su propuesta se llama Puleva Mañanas Ligeras Sin Lactosa, y además de los tipos tradicionales (Entera, Semi y Desnatada), hay una leche que se llama Mañanas Ligeras Café, que está riquísimo, y que combina café real y leche sin lactosa.
Además de leche sin lactosa también hay en el mercado bebidas vegetales deliciosas que pueden sustituir a estos alimentos. Desde la leche de soja a la leche de almendras, pasando por la de arroz o la de avena. Si éstas no terminan de convencer también se puede recurrir a la leche de avellanas, a la de mijo, a la de espelta e incluso a la deliciosa leche de nuez.
Además de en la leche, sin duda la lactosa está presente en otros muchos alimentos. En el caso del yogurt, se debe buscar el que mejor siente a cada persona, siempre teniendo en cuenta que cada cuerpo tolerará una cantidad concreta de este tipo de alimentos y por tanto lo mejor es aprender a conocerse y actuar en consecuencia.
En cuanto a los quesos, los curados no tienen lactosa, así que siempre que los individuos que vayan a consumirlos sean capaces de digerir de forma eficiente la caseína, que es la proteína presente en la leche, podrán consumirlos.
Los quesos semi-curados o tiernos pueden ser tolerados por las personas con intolerancias leves, pero si ésta es más grave lo mejor será no probarlos. Lo mismo sucede con las cremas y mantequillas, que en pequeñas cantidades podrán ser digeridas por las personas con intolerancias pequeñas. Los frescos como el cremoso o el de untar tienen mucha lactosa y por tanto quedan descartados para las personas que padecen este déficit.
Además, si se tiene una intolerancia fuerte pero no se quiere renunciar a los lácteos, se podrá elegir entre la amplia variedad de productos sin lactosa que actualmente pueden encontrarse en el mercado, siempre teniendo en cuenta que hay que aprender a leer las etiquetas para elegir alimento saludables y reales, elaborados con productos naturales.
Además de la leche, los yogures, y el queso, como leemos en este interesante artículo la lactosa está presente en otros muchos alimentos que será necesario moderar o eliminar por completo de la dieta para terminar con este problema. Las margarinas, son en gran medida grasa vegetal, pero muchas de ellas tienen lactosa, así que habrá que revisar su composición antes de consumirlas. Los embutidos también suelen tener lactosa y no son buenos para ninguna persona. Los chocolates con leches y blancos tampoco son una buena opción para la salud, mientras que el chocolate negro si se puede tolerar. Los panes tiernos y de molde también son una mala idea que será mejor evitar, así como todo tipo de bollería, sobre todo la procesada y que no viene de panadería tradicional. Lo mismo sucede con los helados y con todo tipo de salsas procesadas, así como con los suplementos para deportistas que incluyen proteína de leche.